El segundo trabajo impuesto por Euristeo fue la muerte de la Hidra de Lerna, un monstruo nacido de Tifón y Equidna y criado por Hera como una amenaza para Heracles.
La Hidra tenía un cuerpo prodigioso parecido al del perro, y ocho o nueve cabezas serpentinas, una de ellas inmortal; pero algunos le atribuyen cincuenta, o un centenar, o inclusive diez mil cabezas. De todos modos era tan venenosa que su solo aliento, o el olor de su rastro, podía destruir la vida. Por consejo de Atenea, Heracles, obligó a la Hidra a salir arrojándole flechas ardientes y luego contuvo el aliento mientras la atrapaba. Pero el monstruo se le enroscó en los pies, en un esfuerzo para hacerlo caer. En vano le golpeaba Heracles las cabezas con su clava, pues tan pronto como aplastaba una surgían dos o tres en su lugar.
Un enorme cangrejo salió del pantano para ayudar a la Hidra y mordió a Heracles en el pie; Heracles le aplastó furiosamente la concha y gritó pidiendo la ayuda de Yolao. Yolao incendió una parte del bosque y luego, para impedir que brotaran nuevas cabezas a la Hidra, chamuscó sus raíces con ramas ardientes y así contuvo el flujo de la sangre. Utilizando una espada, o una cimitarra de oro, Heracles cortó la cabeza inmortal, parte de la cual era de oro, y la enterró, todavía silbante, bajo una pesada roca junto al camino que conducía a Elco. Le sacó las entrañas al cadáver y empapó sus flechas en la bilis. En adelante la menor herida causada por una de ellas era invariablemente mortal.
En recompensa por los servicios del cangrejo, Hera puso su imagen entre los doce signos del Zodiaco; pero Euristeo no quiso contar este trabajo como realizado debidamente, porque Yolao había proporcionado ayuda.
__________________Resumen realizado en base al libro: Mitos griegos II, Robert Graves con fines didácticos.
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