Tvastvr, el arquitecto y artesano de los dioses, tenía una vaca. La vaca era una viajera en la casa de la luna, de sus ubres salía el preciado Soma. Sin embargo, Tvastr decidió esconderla de Indra y sólo Dadhyañc sabía de aquel secreto. Los Ásvines, astutos, pidieron que se les revelara y como recompensa le salvarían de la ira de Indra. No obstante para el gran Indra no había nada oculto y este descubrió todo y cortó la cabeza de caballo que los Ásvines habían colocado sobre los hombros de Dadhyañc. Así Indra robó la vaca para sí.
Metis, hija del Océano, fue la primera esposa de Zeus. Sobre ella recaía el peso de un importante destino: si daba a luz un hijo, ese niño sería capaz de destronar a su padre. Gea, advirtió de esto a Zeus quien, una vez enterado, y conociendo la capacidad de esta para metamorfosearse, comenzó a desafiarla con un interrogatorio sobre cuantas formas puede tomar: -¿Puedes convertirte en una gota de agua?- Preguntó el dios. -Por supuesto – respondió Metis airada -!Demuéstralo!- Desafió Zeus Y en el momento en que su esposa se transformó en una gota de agua Zeus se la tragó. Tener a Metis era incorporar esa astucia que le permite desbaratar de antemano los planes del enemigo y triunfar sobre él. Metis se encontró entonces en el vientre de su esposo. Zeus aulló de dolor, la cabeza se hinchó como el vientre. Comienza en este momento el mito de Atenea, ante aquel dolor de cabeza del supremo Dios, Hefestos, se acercó a ayudarlo...

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